octubre 20, 1998

La regulación como enemiga de la misión bancaria

En Venezuela se ha discutido mucho sobre lo relacionado con la solvencia de los entes de intermediación financiera, principalmente la banca. En virtud de la gran atención, que en todo el mundo se ha dado a la materia de regulación bancaria y siendo aún bastante reciente nuestra última crisis bancaria, esto no ha de sorprendernos. En el debate creo, que es importante recordar, que las funciones del sector financiero no se limitan, simplemente, a devolver los dineros recibidos de sus depositantes, ya que, de así ser, el tradicional colchón pudiese ser suficiente para cumplir esta misión.
Aparte de proveer otras oportunidades, que sirvan para estimular el ahorro nacional, así como cumplir el trabajo de facilitar los flujos monetarios, existen otras dos funciones, de gran importancia social, que la banca debe cumplir. La primera, es la de ser un agente muy activo en el proceso de generación de riquezas y la segunda, la de colaborar en la función de democratizar el capital, es decir, permitir el acceso al capital a aquellas personas que, carentes de recursos, tengan iniciativas y voluntad de trabajo. 
Supuestamente, con el compromiso y la capacidad de cumplir con estas dos últimas funciones, el crear y distribuir riquezas, se justificaban, tanto la solicitud, como la aprobación de una licencia bancaria. ¡Cuánto dista esto de ser cierto hoy! A continuación, presento algunas reflexiones sobre el tema.
En 1975 John Keneth Galbraith, en su libro titulado “Dinero, su origen y destino”, adelantó la tesis de que una de las razones fundamentales, para que en el siglo pasado se lograra, el desarrollo económico del oeste y del sudoeste de los Estados Unidos, era la existencia de una banca agresiva y poco regulada, que con frecuencia quebraba causándole grandes pérdidas a depositantes individuales, pero que, a causa de una ágil y flexible política crediticia, dejaba una estela de desarrollo.
Sin de forma alguna querer hacer una apología al delito (especialmente cuando el delito de verdad estuviese presente), durante los últimos años y con fines puramente analíticos, he sostenido que el error de Venezuela, en relación al trato acordado a sus fugitivos bancarios, fue el de motivarlos a buscar refugio en otros países, donde gastan su dinero y sus esfuerzos, en vez de obligarles a dedicarse al desarrollo de nuestras regiones fronterizas. Oficina principal del Latino – pagando muy altos intereses - sin garantías a los depositantes – en Santa Elena de Guairén.
En cuanto a la democratización del capital, resulta evidente, que la nueva regulación bancaria, hoy más que nunca, obliga a la banca a prestar al que tiene y rechazar como cliente de crédito, al que no tiene. Los días donde un banquero, sobre la simple base de un juicio de carácter, pudiese aprobar un crédito, sin tener que incurrir en el costo de una creación de reservas, que presume por adelantado el no pago, pasaron a la historia. 
Por supuesto, en lo anterior, no me refiero a los inmensos volúmenes de créditos al consumo. Recuerdo haber leído que en alguna cultura del lejano oriente se usaba el sistema de acumular dinero entre muchos vecinos y luego rifárlo para que, así por lo menos, alguien tuviese un capital de suficiente importancia para emprender una actividad productiva. Hoy, podemos cuestionar la sabiduría del regulador, al notar la facilidad con que un consumidor logra un crédito y lo comparamos con lo difícil que puede resultar adquirir un préstamo con fines productivos. 
Lo mas triste de todo el capítulo regulatorio es que, de verdad, no nos inmuniza del riesgo. Aún en carteras basadas en cálculos probabilísticos y compensaciones vía altas tasas de interés sabemos que, de una forma u otra, los riesgos persisten. Si tienen dudas sobre lo anterior, pregúntenle a los premios Nobel de Economía de 1997, y a quienes, aún sabiendo de matemáticas y sin que el fraude los haya motivado, este año, en una sola empresa, LTCM, fueron responsables de pérdidas por mas de 4.000 Millones de Dólares (un monto básicamente equivalente a la totalidad de los depósitos de la banca venezolana que sufrió la crisis).
Los riesgos siempre existen y, en muchos casos, el sólo tratar de regularlos, genera el riesgo de crear la apariencia de que, vía una supervisión estricta, se haya logrado su efectiva eliminación. A veces, es de buena fe; a veces, sólo es cuestión de fe. Cuando por ejemplo, en Venezuela, la Comisión Nacional de Valores arrogantemente presume de estar efectuando una labor de importancia significativa, sabemos que es puro cuento. 
Con frecuencia, en materia de regulación, lo más honesto, lógico y eficiente es simplemente advertir sobre la existencia del riesgo y dejar que el mercado, vía la asignación de precios, desarrolle sus propios caminos. 
Yo no propongo, ni por un momento, que el Estado abandone por completo la función reguladora, por el contrario, lo que propongo es que la asuma de forma correcta. La historia esta llena de ejemplos donde el Estado, por meter la mano tratando de evitar un perjuicio, causa perjuicios infinitamente mayores. En el caso de las regulaciones bancarias, desarrolladas para ser aplicadas en países ya desarrollados, no estoy seguro de que estemos haciéndole un favor al país, adoptándolas con tanto fervor.
Pero, ¿qué le hacemos?. La regulación está de moda y hay muchos burócratas en el mundo buscando asegurar su cambur. Acabo de leer un artículo sobre un condado en el estado de Maryland, Estados Unidos, donde, para poder desenvolverse como astrólogo y proveedor de horóscopos, hay que registrarse y obtener una “licencia para leer las manos”. El costo de la licencia es de 150 dólares



octubre 06, 1998

Sobre confianza mala y desconfianza buena

Nuevamente, las agencias internacionales de clasificación financiera, se están pronunciando sobre Venezuela y todos tiemblan. Sus resultados constituyen para muchos extranjeros y, lamentablemente también, para algunos venezolanos, una fuente primaria de información sobre el país. El debate sobre conceptos, tales como confianza y movilidad de los capitales internacionales, se inicia otra vez. Aprovecho para exponer de nuevo algunas evidencias, reflexiones y conclusiones a este respecto.
Evidencia 1: No hay duda de que la gran mayoría de los actores del mercado de capitales especulativos a corto plazo, responden, ante todo tipo de evento, como una manada de búfalos en estampida, entrando o saliendo a un país. Lo anterior origina una alta volatilidad en estos fondos, que correctamente son llamados capitales golondrina.
Reflexión 1: Como en tantos otros campos, en el de las finanzas, también rige la norma de que los errores cometidos por muchos de los participantes y por lo tanto, compartidos, se perdonan, mientras que aquéllos, cometidos en solitario, son castigados. Como resultado de esto, los profesionales que administran dichos fondos y que desean salvar su propio prestigio profesional, estarán propensos a dejarse llevar por la corriente, es decir, que su actuación obedecerá mas al criterio financiero de moda y no a lo que le pueda indicar su propia experiencia o instinto.
Conclusión 1: De acuerdo a lo expuesto, resulta perfectamente irrelevante el que los profesionales sean unos “genios”, por ser otros los motivos que guían sus actuaciones.
Evidencia 2: La crisis mundial de las deudas en 1982, agarró a mucho banquero con los pantalones bajados, exponiendo indecentemente inmensas cantidades de préstamos incobrables. De más reciente data, podemos nombrar los obvios errores contenidos en los reportes sobre Asia hace 18 meses.
Reflexión 2: Recuerdo mi asombro ante la reverencia con que, en 1983, se oían las opiniones “calificadas” de aquellos mismos banqueros, que tan recientemente habían demostrado las limitaciones de su genialidad. Hoy pasa lo mismo ¿Podrá ser que la necesidad humana de buscar orden en el mundo nos impulsa a atribuirle conocimientos mágicos a un grupo, lo cual estos explotan con desfachatez?
Conclusión 2: La verdad que el mundo es bien ingenuo cuando coloca una buena parte de su destino económico en manos de personas con un “curriculum tan bueno” pero un “track récord tan malo”.
Evidencia 3: Los volúmenes de los capitales golondrina presentes en el mercado son gigantescos, al compararse con las magnitudes económicas de muchos países, por lo que pueden causar grandes estragos. 
Reflexión 3: Dada la magnitud y la volatilidad de estos fondos, es de esperar que los principales daños ocurran en las puertas de entrada y salida, donde sería lógico anticipar un cierto agolpamiento.
Conclusión 3: Al conocerse de la existencia de métodos bastante exitosos (Chile), para lograr administrar, de forma algo mas ordenada, la entrada y la salida de estos fondos al país, el hecho de que en Venezuela no se haya desarrollado nada similar, es otra evidencia de la desidia gubernamental que nos castiga.
Evidencia 4: Las decisiones económicas tomadas por los inversionistas a largo plazo, tanto extranjeros como nacionales, tardan en ejecutarse. Por ejemplo, la decisión de abrir una fábrica o de construir un hotel o de sembrar un bosque, no se toma de un día a otro. Por el contrario, los capitales golondrina reaccionan en segundos, vía ordenes de compra-venta y de transferencias electrónicas. Su impacto económico es, por lo tanto, mucho más inmediato y explosivo.
Reflexión 4: Creo que las señales económicas, más importantes para un país, emanan de los actores a largo plazo, tales como el hotelero de Cumaná, el arrocero de Calabozo y el industrial de Guacara. No obstante, la urgencia e inmediatez, que representan las presiones de los capitales golondrinas, probablemente hace que estos últimos logren acaparar, en demasía, la atención de las autoridades económicas.
Conclusión 4: Mientras que la economía (y la política) obedezcan, en mayor grado, al joven con pelo engominado y tirantes que lleva la batuta del corto plazo, ignorando las señales a largo plazo, el camino al desastre económico seguirá libre de obstáculos
Evidencia 5: Venezuela ha recibido durante los últimos 25 años una cantidad extraordinaria de recursos, a corto y largo plazo, y de nada le han servido. Venezuela, durante los últimos años, ha recibido importantes fondos a largo plazo y tampoco le han servido de mucho.
Reflexión 5: Si no sabemos administrar los recursos otorgados a largo plazo, ¿qué hacemos tratando de atraer recursos a corto plazo? 
Conclusión 5: Mientras que no se haya establecido un modelo de desarrollo económico viable y un sistema de gobierno que inspire confianza, al país no le debería interesar para nada los capitales golondrina, aún en el supuesto de que cuente con un eficiente portero que regule la entrada y la salida.
Evidencia 6: Las agencias de “rating crediticio”, no obstante ser usadas por muchos actores diversos, tales como entes regulatorios de banca y seguros, con intereses a largo plazo, en realidad, trabajan principalmente para banqueros e inversionistas que desean tomar posiciones líquidas a corto plazo. 
Reflexión 6: Para alguien interesado en el largo plazo, por ejemplo, un ciudadano joven, las opiniones de una agencia de “rating crediticio” pueden resultar bastante irrelevantes. Además, sepan que no toda expresión de desconfianza produce resultados malos. 
Consuelo 1: Venezuela, durante los últimos años, no ha sido objeto de una invasión de capitales golondrina tan grande como podría haber sido. Imagínense el caos que se produciría, si al país le hubiesen entrado unos 20.000 millones de dólares de dinero caliente y que hoy estuviesen, ansiosamente, buscando su salida. Las tasas de interés necesarias para contener tal manada tendrían que sobrepasar los cuatro dígitos.
Consuelo 2: ¿Se recuerdan el cuento del deudor angustiado que encuentra el sueño cuando con un “no te puedo pagar” le traspasa al banquero su insomnio? En nuestro caso, ocurre algo similar. Cuando la puntuación venezolana baja, personalmente, duermo mejor, en la seguridad de que así no le estarán dando tantos recursos, en nombre mío, de mis hijas y futuros descendientes, a gobiernos que insisten en malgastarlos.
Conclusión 6: El día en que nuestros gobiernos (en época no electoral) le hagan mayor caso a la opinión de sus humildes súbditos, en lugar de a la opinión de las glamorosas agencias internacionales, ese día tendremos mayores posibilidad de salir de esta situación nuestra, que sólo puedo clasificar y, perdónenme el inglés, como un “standard moody and poor”.