diciembre 21, 2000

La educación que yo quiero

SOMOS todos de Venezuela, por lo cual el valor de la educación de nuestros hijos depende en un altísimo grado de la educación de sus compatriotas.
El sistema de educación que yo quiero (SE qyq) rechaza tanto a quienes buscan mejorar la educación, interviniendo a la privada e igualando hacia abajo, como a quienes buscan refugiarse en la privada, para aislarse de la pública.
El SE qyq es uno en donde un padre tiene plena libertad de enviar a sus hijos a estudiar a un buen colegio privado, pero desiste de ello, por cuanto prefiere las alternativas públicas que se le ofrecen.
El SE qyq reconoce el sagrado deber que tiene el Estado de asegurarle a sus hijos la oportunidad de recibir una educación básica de calidad, que garantice los cimientos de la sociedad y al mismo tiempo asegure que los más calificados lleguen a ser las estrellas que impulsen al país hacia un futuro mejor. Al ser la educación un deber del Estado, considero que la misma debe ser totalmente gratuita.
El SE qyq reconoce el sagrado derecho de un padre de buscar libremente, en lo privado o en lo público, con los recursos a su alcance, la mejor educación para sus hijos, independientemente de su calificación.
El SE qyq sabe arbitrar con sabiduría entre el deber del Estado y los derechos del padre, buscando alcanzar siempre un ideal donde éstos coincidan y reconoce que su posibilidad de éxito se centra casi exclusivamente en mejorar la educación pública.
El SE qyq reconoce que la educación constituye la verdadera frontera del país, que en ella se libra una guerra de nunca acabar y honra a quienes lo merecen y castiga por traidores a la patria, a quienes por desidia, incapacidad o cualquier otra razón, busquen hacernos capitular.
El SE qyq se enfrenta con inteligencia al reto de buscar la mejor formación intelectual de nuestros hijos entendiendo que, entre la opción de que sea el niño venezolano el que sepa hablar inglés o el niño extranjero el que sepa hablar español, no puede permitir que unos complejos estúpidos afecten la posibilidad de privilegiar con el conocimiento bilingüe a los nuestros.
El SE qyq tampoco permite que debido a unos complejos de insuficiencia global, tan estúpidos como los anteriores, busquemos educar a nuestros hijos con cursos propedéuticos para el exilio, con la visión exclusiva de hacer de ellos profesionales multinacionales, antes que ciudadanos venezolanos.
El SE qyq acepta que los corazones de nuestros hijos son lo suficientemente grandes como para necesitar y saber manejar todo tipo de mensajes positivos y ni se le ocurre pensar que el país pueda beneficiarse por restringirles el acceso a una educación cristiana, que resalte la solidaridad, la moral y la familia, mucho menos en un mundo abrumado por tantos mensajes tan poco cristianos.
El SE qyq se fundamenta en la verdad, por lo que debemos declarar como vergonzoso, tanto las prácticas de reservar cupos en la UCV a los hijos de profesores, como el hecho de que nuestra sociedad, poco civil, le asigne mayor valor a un presidente de banco, un gerente multinacional o a un politiquero de oficio, que a un ministro de Educación, a un profesor o a un buen maestro.
El SE qyq es uno donde los padres, los maestros y la Venezuela de hoy buscan afanosamente ser superados por los hijos, los discípulos y la Venezuela del mañana.

diciembre 07, 2000

Venezuela masoquista

Otra vez, por idiota, acudí a uno de esos foros masoquistas, donde los venezolanos se reúnen para que, en su cara, expertos internacionales les cuenten lo bueno que ellos son y lo malos que somos nosotros. Esta vez fue con ocasión de la presentación del Índice de la Libertad Económica 2001, publicado por The Heritage Foundation y lujosamente editado en español.
Para comenzar, en la contracubierta del libro se establecía con orgullo que “el internacionalmente aclamado Índice de la Libertad Económica constituye una herramienta indispensable para todos aquellos que realizan inversiones o negocios en el extranjero”, para luego, con refinada crueldad, proceder a detallar las razones por las cuales consideran que Venezuela debe compartir, con China, Indonesia, Georgia, Malawi y Papúa Nueva Guinea, el puesto número 114.
Como es normal, los expertos internacionales sermonearon sobre la necesidad para Venezuela de abandonar el petróleo, como siempre sin explicar el por qué de tanta lloradera mundial, cada vez que recortamos su producción. Por lo visto, en su léxico, abandonar el petróleo, sólo significar renunciar a obtener un buen precio por ese activo no renovable y regalarle al mundo 6 millones de barriles, a un precio menor que 9 dólares – la madre de todos los masoquismos.
Con respecto al proteccionismo, se ignoró lo extraño que resulta que Venezuela esté inundada de importaciones y aún así reciba un puntaje de 4 en una escala donde el 5 es lo peor. Tampoco se comparó nuestra tasa arancelaria promedio del 11.8%, con los 400% o más que aplican Europa y otros países en impuestos discriminatorios a nuestro principal producto de exportación, el petróleo.
En cuanto a los obstáculos a las inversiones extranjeras, se mencionan los límites que existen para radio, televisión y prensa, sin decir una sola palabra sobre áreas como banca, telecomunicación y electricidad, donde el inversionista nacional, casi ha desaparecido. El resultado fue que Venezuela obtuvo el mismo puntaje que Francia en este renglón, no obstante que ese país es mucho más adverso al capital extranjero.
Toda la legislación relativa a la propiedad intelectual, marcas y patentes fue desarrollada por quienes son dueños del 99.9 % de las propiedades intelectuales, marcas y patentes que existen en el mundo. En ocasiones he alertado que por ser un país en vías de desarrollo, debemos tener cuidado al suscribir convenios en esta materia, para que éstos no sólo signifiquen obligarnos a comprar los cachivaches al precio que sea, en la tienda del super patrón global. Cuando entonces Venezuela, en materia de mercado negro y propiedad intelectual, se destaca por su mal comportamiento y saca 5 de 5, reconozco haber estado tentado a preguntar, si tal puntuación, en lugar de poca libertad, pudiera significar mucha libertad económica. Me faltó coraje.
Por supuesto que nadie se puede oponer a la mayoría de las recomendaciones expresadas por los constructores del referido índice. No obstante, jamás debe pensarse que con sólo seguir un recetario, sobre el cómo otros deseen que nos compartamos, podamos aspirar lograr algo bueno, como nación independiente.
Amigos, antes de aplicar proverbios tales como “más vale un pájaro en mano, que cien volando”, debemos estar seguros de no ser pájaros.
El Universal, Caracas, 7 de diciembre 2000

noviembre 24, 2000

LOS PROXIMOS 35 AÑOS DEL IESA

Creo que el hecho de haber obtenido hace más de 25 años el Master en Administración en el IESA, de haber sido profesor de Finanzas Internacionales durante 8 años, de haber incluso formado parte de su Coro y de ser actualmente miembro, a mucha honra, de la Junta Directiva de su Asociación de Egresados del Master, me han permitido conocer al IESA desde distintos puntos de vista. Es por ello que, con ocasión de la reciente celebración de los primeros 35 años del IESA, ruego me permitan compartir con ustedes algunas reflexiones respecto del rol, que a mi juicio, debería jugar el IESA durante sus próximos 35 años. 
Hace 35 años, el IESA sirvió de guía y tutor para iniciar en Venezuela, una enseñanza seria y profunda sobre las distintas ciencias de la administración. Si bien es válido sostener que el país no parece haber aprendido suficiente de administración, el hecho es que ya ese primer paso se dio y que el IESA ya no tiene el monopolio de esta área. Además, es de recordar que Internet está cambiando rápidamente las formas de accesar e impartir conocimientos. Todo lo anterior evidencia que el IESA necesita buscar un nuevo lugar bajo el sol. 
En mi opinión, la nueva razón de ser del IESA, estaría en el campo de aplicar las ciencias administrativas y su propia capacidad investigativa, en función de enseñar a Venezuela y a sus empresas a manejarse mejor en un mundo globalizado. Con frecuencia he sentido que al IESA, como instituto educativo perteneciente a un país en vías de desarrollo, como Venezuela, aún le falta mucho espacio académico por ocupar. A tal fin, me he permitido elaborar una breve lista de algunas áreas en las cuales considero que el IESA debería tener mayor presencia. 
La normativa comercial y legal, que actualmente rige en el mundo de la propiedad intelectual, fue esencialmente desarrollada por los países dueños de todos los derechos intelectuales, marcas y patentes. Es por ello que si consideramos que Venezuela será por mucho tiempo sólo un usuario de tales derechos, se vislumbra la necesidad de profundizar el análisis crítico de esa materia desde una perspectiva más acorde con la realidad que nos rodea. 
Otra área importante es la del petróleo y la energía. En un mundo energéticamente anoréxico, pudiéramos calificar a Venezuela como un país obeso, que necesita desarrollar sus propios instrumentos y métodos de análisis. Si hubiéramos enfrentado la situación desde esa perspectiva, quizás no habríamos tenido que pasar por el mal trago de descubrir, como lo hemos hecho recientemente, que durante décadas los países consumidores habían venido castigando a nuestro petróleo con inmensos impuestos discriminatorios. 
Otro aspecto que requiere de un mejor estudio son las regulaciones aplicables a nuestro sistema financiero, el cual parecería adoptar cada día más la agenda de Basilea, que puede que sea muy buena para un país desarrollado interesado en conservar lo que tiene, pero que le plantea una serie de interrogantes para un país en vías de desarrollo, como el nuestro. Entre éstas; ¿Cómo afectan esas disposiciones el rol vital que debería tener la banca, tanto en la promoción del crecimiento económico, como en la democratización del capital? 
Si diéramos una breve, pero crítica, ojeada al sistema del comercio internacional, de protección del ambiente y derechos laborales, seguramente nos percataríamos de que para combatir algunas de las actuales inequidades, deberíamos profundizar el análisis e investigación en ese campo. El IESA pudiera, sin duda alguna, ejercer la función de tutelar los intereses de las empresas del país al velar porque los negociadores de Venezuela posean, como mínimo, la misma capacidad negociadora y analítica que sus contrapartes en los países desarrollados. 
De igual forma, observamos que en el caso de muchos de los servicios profesionales, se reduce cada vez más el número de empresas auditoras, publicitarias, consultoras, bufetes internacionales, calificadores de riesgo, etc. Esta tendencia mundial tiene implicaciones, tanto para el país como para los futuros profesionales del IESA, que deben ser cuidadosamente analizadas. 
Finalmente, con tanto hablar de la globalización, existe el riesgo de olvidarse de que el sólo hecho de ser Nación, sigue teniendo un significado real para el futuro bienestar, propio y de nuestros hijos. La globalización, al estrechar los vínculos mundiales, obliga de por sí, a una defensa más férrea que nunca del patio propio. En este último sentido se debe recordar, que aún cuando la mayoría del profesorado pueda estar acostumbrado a transitar fácilmente de un país a otro, el IESA, como institución, no posee tal movilidad. Igualmente, la adopción poco discriminada de un modelo de administración global, seguramente no es lo que la mayoría de las empresas venezolanas buscan del IESA, como tampoco la mayoría de sus alumnos, aún cuando algunos de ellos, parezcan andar buscando un propedéutico para el exilio. 
Por todo lo antes expuesto, hoy en sus 35 años, justamente por encontrarse en un mundo globalizado, el IESA debe saber que el único lugar bajo el sol que puede ocupar es, como diría Ortega y Gasset, Venezuela y su circunstancia.


noviembre 23, 2000

Si yo estuviese habilitado

En las críticas circunstancias en que se encuentra el país, obviamente que jamás se me ocurriría asumir la responsabilidad de dirigir su economía, sin contar tanto con una Ley habilitante, como con el apoyo político, que verdaderamente permita implementar un programa de emergencia. Hablo de emergencia por cuanto, de no lograr aprovechar la actual coyuntura petrolera para reflotar y enrumbar nuestra economía, el próximo cambio de viento que ocurra en los precios petroleros, causará pánico. 
Nuestros actuales ingresos petroleros son como una torrentosa lluvia tropical, que empapa pero no moja, por lo que urgentemente necesitamos transformar a nuestro país de un estacionamiento asfaltado para comerciar lo importado, en un campo arado que pueda retener la humedad. A continuación resumo algunas propuestas de como lograrlo.
Reducir el IVA de acuerdo a la importancia que tenga la remuneración de la nómina local en el costo variable. Por ejemplo, en servicios como restaurantes lo fijaría en el 5%.
Destinar 1.000 millones de dólares para financiar viviendas a quienes podrían estar en condiciones de adquirirlas, si existieran créditos razonables a largo plazo. A tal efecto, colocaría 1.000 millones de dólares en un fideicomiso en la banca para que otorgue créditos a largo plazo en dólares, para adquirir viviendas cuya construcción se inicie después de anunciado el programa. Las condiciones serían del 8% fijo en dólares y 30 años para pagar. La banca, por el servicio, podría quedarse con el margen que reste después de haber cancelado al Estado una tasa del 6%, que equivale a lo que pagan los Estados Unidos por sus bonos a 30 años.
Solicitar a todos los sectores industriales, agrícolas o de servicios, que se consideren perjudicados de alguna forma por el proceso de la apertura comercial o que enfrenten dificultades para competir, que presenten, en 45 días, una solicitud de protección razonada, cuya vigencia mínima sería de 10 años. Estas solicitudes serían analizadas por una comisión de expertos independientes, quienes elegirían 50 de ellas, sobre la base de dar protección a quien, generando el mayor número de empleos, menos la necesite para hacerse competitivo. Obviamente que antes de aprobar esa lista convendría revisarla con Colombia, por ser nuestro único socio comercial, ya que para todos los demás, sólo somos clientes.
Anunciar un programa de privatización de todo el sector público de distribución eléctrica, basado en la entrega en usufructo de los activos eléctricos a empresas nacionales, que demuestren estar en condición de acometer las nuevas inversiones necesarias, ofrezcan la menor tarifa y para el caso de incumplir con las obligaciones asumidas, estén dispuestas a devolver los activos y la concesión de manera ordenada.
Imponer controles a la entrada de los capitales a corto plazo, inclusive a los nacionales, porque Venezuela no puede permitirse más, que los vaivenes del mercado petrolero sean amplificados por los capitales golondrina. 
Desconcentrar a Caracas, ordenando la reubicación de la Asamblea Nacional y de por lo menos 5 ministerios en otra ciudad.
Amigos, los motores de nuestro país se han apagado, por favor, dejemos de apostarle tanto al Gordo del Globo y juguémosle a Venezuela, así sea sólo un quintico.
El Universal, 23 de Noviembre de 2000

noviembre 16, 2000

¿Sobreprotegido o no?

Viniendo de Estados Unidos, recibí de la aeromoza una botellita de agua y una bolsita de maní. En la botella, como de costumbre, aparecía la reconfortante información de que su contenido calórico era cero, sería muy preocupante de no ser así. No obstante, la leyenda de la bolsita me dejó loco, al leer que para obtener su información nutricional, tenía que escribir a la dirección allí indicada. ¿Qué hacía a 35.000 pies de altura, comérmela o no? Esto me hizo reflexionar sobre la increíble cantidad de normas destinadas a proteger al consumidor.
Leemos que en Japón existe gran preocupación porque su pueblo ha adoptado costumbres higiénicas demasiado exageradas, que podrían reducir su resistencia a microbios. Una posible evolución darwiniana, que obligue a los japoneses a vivir en burbujas de aire, ¿sería también aplicable a la sobreprotección del consumidor estadounidense?
Acudí a mi hermana, que por ser médico, la consideré como gran gurú de esta epidemia de las normas locas y de otras estupideces de los gringos, al estar casada con uno de ellos, para preguntarle confidencialmente, sin que se enterase mi cuñado: ¿Qué clase de sociedad puede requerir proteger a sus ciudadanos de tal manera? ¿Son tan brutos?. Sus respuestas fueron esclarecedoras, por lo que les comento lo que deduje de ellas.
En el comercio internacional se considera a los Estados Unidos como un país abierto, con los aranceles más bajos del mundo. Lo cual no es necesariamente cierto, si consideramos que su promedio de aranceles se compone de algunos del 0%, aplicados a productos de poco significado comercial, como un reactor nuclear y de otros muy altos, del 60%, aplicados a productos, que para proteger a los propios, quieren ahuyentar, como el concentrado de naranja.
Al igual que en el comercio la realidad no coincide con la creencia común, en materia de normativas sobre calidad, contenido y forma de uso, los Estados Unidos tampoco tienen toda la sobreprotección que creemos, padeciendo de una absoluta desprotección.
A juicio de mi hermana, no se trata de que los americanos sean brutos (para el record histórico familiar, mi cuñado jamás me ha parecido serlo) el hecho es que toda la normativa que observamos en ese país sólo constituye una débil línea de defensa, ante la inseguridad jurídica que se ha creado por la adicción de su sistema judicial a las demandas. Me cuenta, que el terror es tan grande, que hasta en coches para bebés se leen instrucciones que recomiendan sacar al bebé antes de doblarlo. En planchas, insisten en no planchar la ropa mientras esté puesta.
Las demandas y sus perjuicios no son ficciones. Pueden demostrarlo preguntándole a cualquier accionista de las tabacaleras en los Estados Unidos qué piensa sobre la inseguridad jurídica. Seguramente obtendrán respuestas muy interesantes, en términos de perjuicios monetarios per cápita. De igual manera, vemos que las primas de seguro, que deben pagar los médicos para medio defenderse, superan el sueldo anual de muchos médicos venezolanos. Sabemos lo difícil que nos puede resultar conseguir un médico de confianza, pero, para los médicos americanos, probablemente es más difícil aún conseguir un paciente de confianza. 
Vemos en las noticias que en Florida quieren demandar la nulidad del resultado electoral, alegando que 20.000 electores supuestamente se confundieron. Por la dificultad que tienen en ponerse de acuerdo acerca de quién debe ser su próximo presidente, ante un voto dividido 50-50, creo que los verdaderamente confundidos son muchos más, son todos los electores. Quizás deban hacer un outsourcing del gobierno. ¿Disney? 
Hablando de seguridad jurídica y apertura comercial, éstos fueron recientemente evaluados en el índice de Libertad Económica 2001 del Heritage Foundation, en donde Venezuela se ha ganado nuevamente el sótano, con el número 115 y los Estados Unidos con el 5. Es por eso que, como venezolano, para tratar de sacarme el clavo, estoy escupiendo hoy algo hacia el norte, en lugar de todo hacia arriba.
El Universal, Caracas 16 de Noviembre de 2000

noviembre 08, 2000

Salvemos nuestros naranjales de la tristeza global

The Heritage Foundation acaba de publicar su índice de Libertad Económica 2001 y como en otros tantos índices de esta índole, Venezuela aparece otra vez en el sótano. Entre 150 países ocupamos el lugar 114 y Estados Unidos el número 5. Este índice mide, entre otros factores, el grado de apertura comercial. 
La semana pasada asistí a una conferencia internacional en los Estados Unidos, que versaba sobre las perspectivas económicas de las naranjas. Lo que allí oí me hizo pensar que, por lo menos en materia de comercio internacional, las posiciones de Venezuela y los Estados Unidos deberían estar invertidas en el referido índice. 
Efectivamente, a los precios de hoy, los Estados Unidos aplican un arancel para la importación del concentrado de naranja que equivale al 63% mientras que Venezuela, cortesía del Gran Viraje iniciado en 1989, sólo aplica un 20% si es que lo cobran en nuestras aduanas.
El arancel nuestro es ad valorem, es decir, que se calcula sobre el valor declarado, mientras que el de los Estados Unidos es específico, cobrando aproximadamente 8 céntimos de dólar por litro de jugo equivalente. El sistema de los Estados Unidos significa que a menor que sea el precio internacional del concentrado de naranja y por ende, mayor sea la protección necesaria, mayor es la protección real otorgada. En nuestro caso, lo contrario. A menor que sea el precio, por aplicar un porcentaje dado, menor es la protección real.
En Estados Unidos, aparte de que por la propia capacidad adquisitiva de sus mercados favorecen a los productos de mejor calidad, el hecho de que se pague el mismo arancel por un concentrado de mayor calidad, que por uno de menor y se fijen unos límites de calidad bien altos para permitir su importación, significa que a sus productores, sólo se les pide competir de manera muy protegida, contra lo más caro. En nuestro caso, lo contrario. A menor que sea el precio, por aplicar un porcentaje dado, menor es la protección real.
En Estados Unidos, aparte de que por la propia capacidad adquisitiva de sus mercados favorecen a los productos de mejor calidad, el hecho de que se pague el mismo arancel por un concentrado de mayor calidad, que por uno de menor y se fijen unos límites de calidad bien altos para permitir su importación, significa que a sus productores, sólo se les pide competir de manera muy protegida, contra lo más caro. En nuestro caso, lo contrario, el sistema conspira para que se nos envíe el producto de peor calidad y nuestro productor debe competir contra lo más barato, con poca protección. Por cierto, en este sentido se puede argumentar que Venezuela es víctima de un dumping, no de precios, sino calidad.
Hace aproximadamente quince años, viendo cómo su hacienda de naranjas era destruida por el virus de las tristeza, mi suegro con el empuje propio de un joven, sacó de raíz hasta el último de sus árboles y resembró una variedad más resistente. Aun cuando lo anterior constituía una significativa inversión y aun cuando para la época lo único que se recomendaba era sacar el dinero del país, él no vaciló un instante. Nosotros, su familia estuvimos orgullosos de él.
Hoy, años más tarde, su haciendo, al igual que la de los demás citricultores, está de nuevo en dificultades. La dramática caída en los precios de la naranja, la revaluación del bolívar en términos reales, la mínima protección arancelaria y la disposición de permitir la entrada de productos de mala calidad en cantidades desmedidas, son algunos de los factores que conspiran para asegurar que a menos que las autoridades intervengan urgentemente, el país quede inundado de producto importado, con la consecuencia de que las naranjas venezolanas se pudran en los árboles, al no justificar, ni siquiera, el costo de recolección y transporte.
Sé que los naranjeros de la Florida, aquel estado que tanto hemos favorecido con nuestro comercio en el ta-barato dame dos y que tan generosamente nos retribuyó prohibiendo el uso de la orimulsión, no sobrevivirían ni un año sin la protección, también sé que en un mundo de absoluta equidad comercial, las naranjas de Venezuela serían competitivas.
No obstante lo anterior, no es la injusticia de nuestra ubicación en el índice lo que me hace reaccionar hoy contra él. La razón principal es que tengo miedo de que, por la pobre ubicación de Venezuela en tal ranking, la próxima vez que una de nuestras autoridades deba decidir entre defender unos intereses nacionales o cumplir con unos dudosos acuerdos comerciales, un peligroso complejo de insuficiencia globalizadora, nuevamente atente contra lo nacional.
El mundo, con la globalización, requiere más que nunca de la defensa de los intereses del patio propio. Venezuela lleva años actuando de manera inocente bajo la ilusión de que si sólo “nos comportamos” y abrimos nuestras fronteras nos irá bien. Como dicen los americanos, ¡bullshit! ¡Pendejadas! No sé qué será necesario para sacar a nuestro país de esta equivocación, este letargo, esta apatía, pero al menos debería comenzarse por reconocer el hecho de que si bien nuestros socios comerciales no necesariamente son unos demonios, definitivamente no son unos angelitos.
Autoridades de la República Bolivariana de Venezuela, por favor, sin complejos, rescaten nuestros naranjales venezolanos de la tristeza globalizadora antes de que sea demasiado tarde.
El Universal Caracas 8 de Noviembre de 2000

octubre 27, 2000

Despistados en el mar de la globalizacion

Acabo de regresar de un viaje por Centroamérica, donde tuve la ocasión de ver que en el debate sobre cómo mejorar los servicios públicos, tales como la administración del agua, está muy presente la posible entrega de concesiones a empresas extranjeras. Con tristeza reflexioné sobre cómo culturas, que hace cientos de años sabían bastante acerca de la administración de sus propios sistemas de agua, hoy han claudicado en su esfuerzo.
Hay una película juvenil llamada Clueless, que en español equivaldría a Despistado y que teniendo tres hijas, he tenido que ver varias veces. En esta película, la muchacha, al tratar de obtener el certificado de conducir, es regañada por el examinador por no saber estacionar, a lo que ella esgrime como excusa que en todos los lugares existe valet parking. Hoy, ante las dificultades de lograr que nuestros servicios públicos sean eficientes, siento que muchos responden en forma similar con un: '¿para qué esforzarnos, si para eso hay inversionistas extranjeros?
Cuando para dar un buen servicio público sean indispensables considerables recursos financieros o tecnologías avanzadas, como las que hoy existen el sector de telecomunicaciones, es posible que un país no tenga más alternativa, que la de concurrir por ante los inversionistas extranjeros para plantearles un negocio. Pero en el caso de proyectos, donde lo único que en verdad se necesita es una buena administración y lograr definir las relaciones con la comunidad en términos de calidad, monto de las tarifas y disposición del pago de éstas renunciar al esfuerzo de buscar una solución dentro del ámbito nacional, siembra de interrogantes a nuestra ambición de nación.
Se podrán preguntar ¿qué tiene que ver, por ejemplo, la administración del agua o la distribución eléctrica con la vigencia de una nación, y la respuesta probablemente tendría que ser: 'directamente, nada'. No obstante y por cuanto construir una nación no es tarea fácil y requiere como mínimo, que la sociedad aprenda a resolver por sí sola sus propios asuntos, solventar los problemas de electricidad o de agua sobre la base de una ayuda externa, pudiese entonces equivaler a unos padres que haciéndoles las tareas a los hijos, les aseguran a ellos una buena nota, pero también el que no aprendan nada.
Se conoce que muchas de las actuales presiones, que terminan por crear las condiciones que propician la venta de concesiones de los servicios públicos a empresas extranjeras, provienen de los entes multilaterales. En ocasiones me he preguntado si tales entes, que tanto predican que más importante que dar de comer, es enseñar a pescar, no se dan cuenta de que lo que proponen es que vendamos el mar.
En Venezuela estamos cerca de reiniciar los procesos de privatización de ciertos servicios públicos y, en tal sentido, considero oportuno plantearnos, sin complejos, la pregunta sobre si los inversionistas extranjeros deben o no tener acceso a los mismos. Hago referencia a lo de sin complejos, por cuanto presiento que muchos sufren hoy de unos complejos de insuficiencia globalizadora, que con creces supera los algo exagerados complejos nacionalistas de hace unas pocas décadas.
Entonces, ¿qué debemos hacer para permitir y asegurar la presencia de intereses nacionales en las privatizaciones que se avecinan? Ante nada creo que es importante reconocer que la manera como se plantee el proceso privatizador, tenderá a ahuyentar o a atraer al inversionista nacional.
Por ejemplo, si para el caso de la privatización de una distribuidora eléctrica, el Estado desea obtener un pago importante en la subasta, el cual deberá sumarse a los requerimientos de inversiones eléctricas propias, la inversión total será tan grande que tenderá a descalificar al inversionista nacional. Si por el contrario, los activos eléctricos fueran, por ejemplo, entregados en usufructo a quien ofrezca cobrar las menores tarifas, los nacionales tendría una mejor posibilidad de participar.
Por último y buscando apoyo por eso de que nadie es profeta en su propia tierra, me permito traer como referencia unas declaraciones que hace poco oí a David Montgomery, Visconte del Alemein, hijo del general Montgomery (Monty) y nuevo embajador de Inglaterra en México, donde sostenía que él simplemente no podía comprender cómo Argentina había vendido todas sus empresas de servicios públicos a inversionistas extranjeros. Yo tampoco lo comprendo, pero de lo que sí estoy seguro es que a menos que aceptemos perder a nuestro país en el mar de la globalización, debemos marcar con mayor claridad algunas posiciones limítrofes y no me refiero sólo a las fronteras geográficas.
¡Qué fastidio! Con tanto sitio para globalizar, ¿por qué quieren hacerlo justo aquí?

octubre 15, 2000

Papi ..... ¿el original o el quemado?

Suponga Usted que es padre (o madre) de dos gemelos, quienes aún cuando se llevan muy bien entre sí, son extremadamente celosos cuando se trata del cariño de sus padres. Un día se le acercan ambos, con ojos que brillan con una mezcla de entusiasmo y ansiedad y luego de pedirle la bendición, le piden que les diga cuál de ellos actuó mejor. El primero compró un disco original por Bs.12.000, mientras que el segundo, por una copia pirata del mismo, mejor conocida como “un quemado”, apenas pagó Bs. 4.000. Claro que la carátula de este último no tiene el mismo brillo, pero la calidad del sonido es imposible diferenciarla de la del original.
No es fácil responder a lo anterior y la respuesta podrá depender de muchos factores, tales como la diferencia de precios, el ingreso familiar, la necesidad del artículo y otros. Por ejemplo, ¿sería su respuesta la misma si la diferencia entre los precios, en lugar de 8.000 bolívares fuera de 8.000 dólares? Igualmente, si la familia es de escasos recursos, lo que procedería sería un regaño al hijo que se haya excedido en su presupuesto al comprar el original y con ello, quiérase o no, implícitamente se le estaría dando la razón al que compró el disco quemado. Y si no estuviésemos hablando de un disco, sino de medicinas, ¿afectaría esto su respuesta?
Las respuestas que yo he recibido al hacer esta pregunta cubren todo el espectro, desde regañar o felicitar a uno, a otro o a ambos, pero la más frecuente, más del 90%, han dicho un "déjame pensar", aún cuando generalmente precedido de ciertos murmullos indicativos de que favorecen la copia quemada. La única vez que recibí una respuesta inmediata, sin titubeos, fue cuando alguien me dijo que si el disco era de un músico local, el coscorrón le iba al del quemado, pero que si por el contrario era de música importada, el coscorrón le tocaba al del original. Adivinen su profesión....
Puede que existan verdades absolutas, que le permitan a un padre, deseoso de actuar responsablemente, poder dar una respuesta clara a sus hijos, sin tener que adentrarse en el mundo del todo es relativo. De existir éstas, les agradecería del alma que las compartieran conmigo.
Lo que sí es cierto es que el padre, que está dispuesto a indicarle a su hijo que la compra del disco quemado no fue una decisión equivocada, debe saber que las autoridades de su país firman diariamente convenios internacionales y decretan leyes, que le otorgan protección ilimitada a los derechos de propiedad intelectual, marcas y patentes, todas las cuales están destinadas a poner preso a quien compre un producto quemado. Esta contradicción nos obliga a reflexionar.
Si la relatividad o el depende se encuentra presente en el ejemplo planteado entre el padre y sus hijos, donde obviamente influyen factores de índole formativa, sería muy natural que de igual manera la relatividad estuviese presente en nuestro sistema educativo, pero no es así. En nuestras universidades y en los postgrados internacionales a donde acuden nuestros jóvenes para que en el futuro, como abogados, economistas, políticos y demás puedan dirigir nuestra sociedad a un mejor destino – la relatividad no existe y es suplantada por un cúmulo de teorías, dogmas, leyes y demás instrumentos destinados a establecer el exclusivo y absoluto derecho de los originales.
Hace poco, en el New York Sunday Times, leí un artículo sobre las violaciones del derecho de autor, que ocurren con el uso de las nuevas tecnologías del Internet, donde se planteaba la necesidad de reestablecer la intención original de las leyes sobre el derecho de autor, que exigía la existencia de un balance adecuado entre los derechos del autor y los intereses del usuario.
No soy abogado, pero ante el hecho de que en Venezuela tengamos ahora y lamentablemente quizás para siempre, muchos más intereses como usuarios de derechos de propiedad, marcas y patentes, que como dueños o titulares de tales derechos, me parece razonable que nos preguntemos acerca de quién está negociando, a nombre de los venezolanos, ese adecuado balance entre dueño y usuario.
Hasta donde tengo conocimiento, no existe en Venezuela, ni en la escuela de Derecho, ni en la de Economía, una cátedra de Los Derechos del Usuario de Propiedad Intelectual, Marcas y Patentes. No sé si exista en otros países, pero en todo caso, nos resultaría irrelevante, por cuanto me queda claro que el adecuado balance entre los dueños y usuarios provenientes de países desarrollados, debe ser muy distinto al balance adecuado entre los dueños internacionales y los usuarios de un país pobre en vías de desarrollo.
En el caso de las medicinas, las patentes puede que le permitan a un laboratorio cobrar un margen de 100 veces el costo directo de la medicina en un país desarrollado, pero ese margen no debería ser permisible, por inmoral, en un país pobre. Es por ello que me permito elevar a la consideración de las cátedras especializadas de nuestras universidades, la necesidad de determinar un límite a esos márgenes de ganancias, a fin de que permitan evitar que una protección racional de un derecho, se convierta en una explotación indebida de un monopolio.
Caracas, El Universal, 15 de Octubre de 2000

septiembre 26, 2000

¿Nos habrán declarado la guerra?

La semana pasada la vicepresidenta de la Comisión Europea, Loyola de Palacio, al referirse a la posibilidad que algunos planteaban de que los países Europeos bajen algo los impuestos a los derivados del petróleo, como la alternativa lógica para lograr bajar los altos precios de la gasolina, que tantas protestas han causado en Europa, dijo que eso era “una solución que hay que excluir”. Su posición fue aún más contundente, cuando declaró que “Optar por una rebaja fiscal supondría dar la razón a la OPEP y sería contrario a las grandes líneas de la política energética y de transporte de la Unión Europea”.
Para un país petrolero como Venezuela, lo anterior, si bien puede que no llegue a ser una declaración de guerra, por lo menos parece ser algo muy similar a un bloqueo económico. Europa con estas declaraciones nos está diciendo, de forma clara y tajante, en primer lugar, que no quieren que sus economías nos compren la cantidad de petróleo, que en condiciones de libre comercio nos hubieran comprado y de segundo, que no quieren pagar el precio por el petróleo, que también se hubiese fijado de existir condiciones de libre comercio. Ni más, ni menos. En cambio, sí pretenden que nosotros, los países petroleros, le garanticemos a Europa que puede vendernos todos sus productos en los volúmenes y precios, que el libre comercio fije, incluso a precios mayores, del mercado no tan libre, y resultante de unos derechos monopólicos recién inventados, como lo son el de las marcas y patentes.
Como país podemos seguir haciéndonos la vista gorda, bajar la cabeza e ignorar la afrenta, o pelear. En lo personal llevo tanto tiempo debatiendo y escribiendo sobre estos impuestos, que no puedo excluir la posibilidad de haber perdido cierta objetividad en la materia, pero les confieso que hay días en que he llegado a identificarme más con las tácticas de los agricultores franceses, que rompen vidrieras de los McDonald’s en defensa de sus intereses, que con los tímidos esfuerzos desplegados por nuestros poco osados negociadores internacionales.
No es permisible que ignoremos el problema. No hay derecho a que mientras los consumidores Europeos son capaces de armar tremenda alharaca, no obstante que para ellos tales impuestos sólo significan una transferencia interna de recursos, del que usa gasolina, al que no la usa; nosotros, en cambio, nos quedamos callados e incluso, vemos como algunos de nuestros opinadores profesionales, han llegado hasta el extremo de aceptarlos como lógicos y justos, a pesar de que tales impuestos representan para nosotros un sacrificio económico real, dado que nos acarrean una menor demanda y menores precios por el crudo.
Para aquellos lectores que pretendan evadir su responsabilidad alegando su ignorancia sobre el tema, como lo hizo un super experto petrolero cuando hace un año me respondió con un “No sabía que los impuestos eran tan altos”, a continuación les presento un gráfico, que de manera explicita describe el problema. En el ejemplo me refiero a Inglaterra – pero en verdad todos los países europeos son básicamente iguales, es más, la mayoría de los países del mundo hacen lo mismo. 
En el gráfico se observa como el índice de precios del crudo, en términos constantes, bajó de un 100% en 1980 a sólo un 18% para 1998, mientras que en ese mismo período el índice de los precios de los productos petroleros, también a precios constantes, subió de 100% en 1980 hasta un 247% para 1998. La extraordinaria diferencia existente en la evolución de ambos índices sólo se explica por el aumento de los impuestos. Así puede apreciarse en el ejemplo que presentamos, donde los impuestos ad-valorem a la gasolina, ya para 1985 representaban un 85%, alcanzando para 1998 a un absurdo 456%.


Hace pocos días el señor Tony Blair, Primer Ministro de Inglaterra, quien está muy conciente del rol fundamental que juegan los impuestos en los altos precios de la gasolina, se dirigió a sus electores diciéndoles que la única manera de bajar tales precios, era hablando con la OPEP. Para que un Premier de un país como Inglaterra, que se jacta de su apego a la información veraz, mienta de una manera tan descarada a sus electores, debe ser que existen unas condiciones muy especiales. ¿Quién sabe?. A lo mejor nos declaró la guerra y no nos hemos enterado.

septiembre 10, 2000

Los fondos de pensiones que yo quiero

El Estado siempre o casi siempre ha tenido una obligación implícita de cuidar a sus mayores, al igual que el individuo siempre o casi siempre ha tenido el derecho de ahorrar para garantizar, en lo posible, cubrir las necesidades de su vejez. Sin embargo, el Estado y el individuo nunca o casi nunca han logrado alcanzar tales metas, ya que como diría un americano “that´s life” - así es la vida. Ultimamente, he estado expresando mis creencias y deseos sobre una serie de aspectos de nuestra realidad nacional y hoy le ha tocado el turno a los fondos de pensiones (FdP).
El debate sobre los FdP que yo quiero, comienza por dejar muy claro que los actuales planes de FdP, sencillamente significan meter la mano al bolsillo del empleado o de su empleador para extraer de ellos, con carácter obligatorio, ciertos recursos para: a) Hacer pagos a quienes, hoy o en un futuro, no hayan logrado acumular recursos de manera individual y de acuerdo con un sistema, que algunos llaman “de reparto” (nombre que a veces me parece algo despectivo, dado nos recuerda a la rebatiña de las piñatas) y otros llaman “de solidardad intergeneracional”; b) Capitalizar recursos de manera individual para que sus titulares no se conviertan en futuras cargas para la sociedad y c) Pagar los gastos del sistema.
El debate sobre los FdP que yo quiero, reconoce que el extraer recursos para el mañana de quien, debido a la profunda recesión económica, básicamente no tiene ni para hoy, es materia muy delicada y que si además se aspira a que tal osadía rinda frutos, se debe estar consciente de que tales propósitos no se logran con la mera copia o mezcla de unos sistemas previsionales ajenos.
El debate sobre los FdP que yo quiero, reconoce la existencia de una serie de intereses secundarios que pululan por los alrededores, principalmente con la vista bien puesta en captar, para su propio bolsillo, buena parte de los gastos del sistema ... y sabe mantenerlos alejados del debate.
El debate sobre los FdP que yo quiero, relega a un segundo plano la discusión sobre si deben ser privados o públicos. Hay evidencias más que suficientes como para determinar que, en materia de administración de FdP, tanto el sector privado como el Estado, generalmente han fracasado. Los pocos logros que se observan, abarcan períodos tan cortos que, en términos históricos, cualquiera pudiera sostener que éstos sólo son aún, otros fracasos por ocurrir.
El debate sobre los FdP que yo quiero, se construye sobre premisas mucho más realistas que aquéllas que dan como por ciertas las posibilidades de garantizar un rendimiento real para un período largo. Si eso fuera posible, sólo habría ricos en el mundo. (Ver Nota)
El debate sobre los FdP que yo quiero, concientiza al país de que la posibilidad de lograr en un futuro pensiones justas y razonables comienza y termina con el estado en que se encuentre la economía del país para su momento. Si la economía de Venezuela no mejora, ni los FdP de Mandrake servirán para algo, mientras que, si por el contrario, la economía muestra señales de alcanzar su potencial, puede haber recursos para pagar todo, aún sin FdP. 
El debate sobre los FdP que yo quiero, sabe que la pregunta más importante a responder, es dónde invertir los fondos y reconoce que en la actualidad existen muy pocas oportunidades de inversión a largo plazo por lo que, de la misma forma como se limita el uso de los fondos de las FdP a ciertas inversiones, también puede que sea necesario reservar ciertas inversiones para el uso exclusivo de los FdP. En tal sentido, y sin sonrojarme, me atrevería a lanzar la propuesta de reservar a los FdP de los venezolanos, por ejemplo, la inversión en aquellas distribuidoras eléctricas que posiblemente habrán de ser privatizadas en un futuro cercano, antes de dejarle tales lomitos de bajo riesgo, a los FdP extranjeros.
El debate de los FdP que yo quiero, sabe que permitir que los recursos captados, como consecuencia de una obligación impuesta por el Estado, sean colocados en el exterior, es una total aberración, por lo que sería hasta preferible dejar que el individuo lo haga por su propia iniciativa, como de hecho ocurre hoy.
El debate sobre los FdP que yo quiero, por todo lo antes expuesto, no tiene duda en calificar a tales fondos más como unos instrumentos para el desarrollo, que como garantías directas para satisfacer las necesidades de la vejez individual.
Los FdP que yo quiero, conforman antes que nada, una oportunidad única para desarrollar algunas fuentes de fondos a largo plazo, que de ser exitosas, pudieran a su vez atraer otros recursos similares, que contribuyan al desarrollo del pais.
Los FdP que yo quiero, son regulados por unas autoridades que saben discernir entre lo que son inversiones válidas a largo plazo y aquellas inversiones que sólo buscan rendimientos especulativos, sean éstos políticos o financieros.
Los FdP que yo quiero, saben que su futuro no se encuentra en volcarse en una frenética y cuasi incestuosa persecución de valores de inversión ya existentes.
Los FdP que yo quiero, intuyen que la mejor seguridad para la vejez del mañana, está en la ausencia de una deuda externa y, en tal sentido, cuestionan seriamente la idea de tomar préstamos (en este caso del BID) para constituir el capital semilla del sistema.
Los FdP que yo quiero, definitivamente persiguen fines más importantes que los de generar ganancias por intermediación financiera y servir de fuente de empleo a una brigada de comisionistas que, cual vendedores de tiempo compartido con promesas poco fundadas, buscan atraer al trabajador al FdP de turno.
Los FdP que yo quiero, son administrados por personas que, justamente por sus conocimientos, saben ser humildes ante la inmensa responsabilidad de su tarea.
Los FdP que yo quiero, incentivan el ahorro personal, pero no liberan al individuo de su cuota parte de responsabilidad para con la sociedad.
Los FdP que yo quiero, complementan, pero no liberan al Estado de su responsabilidad en materia de seguridad social.
Durante una década, que finalizó con la neo-colonización del banco por agentes de la Madre Patria (destino que sufrieron tantos otros bancos), fuí el representante del único banco chileno con oficina de representación en Venezuela. Como entenderán tuve muchas ocasiones para estudiar, participar en debates y reflexionar sobre la materia del ahorro previsional. Con el corazón en la mano les digo a mis compatriotas, que los FdP son una materia demasiado delicada para, como se dice, dejarla abandonada a su suerte o mala suerte en manos de politicos y de gestores financieros.
El Universal, 10 de Septiembre 2000

agosto 29, 2000

Notas sobre el valor del agua

Durante las últimas semanas he tenido la ocasión de reflexionar sobre el valor del agua y es por ello que hoy he querido compartir con Ustedes algunos de mis apuntes al respecto. 
El rango del valor del agua es casi infinito y abarca, desde un valor cero, que puede llegar a ser negativo (costo), cuando se encuentra excedentaria y produce desastres como los del Diciembre pasad; hasta un valor ilimitado, cuando la misma es indispensable para sobrevivir. Esos dos valores extremos los he ejemplificado en este artículo, como el valor del agua en la represa del Guri y el valor del agua mineral importada.
¿Cuánto vale un litro de agua en el Guri? Apartando la belleza de los embalses, el valor del agua del Caroní está estrechamente relacionado con la electricidad que produzca. Para efectuar tal cálculo, deben tomarse en consideración una serie de factores, entre ellos, los siguientes:
¿Cuánta electricidad genera? Mientras mayor sea la caída del agua, mayor el número de sitios para aprovecharla y mayor la eficiencia de las turbinas instaladas, obviamente que más será la electricidad que genera el agua y, por lo tanto, mayor su valor.
Abundancia o escasez. A veces el agua es tan abundante, que simplemente hay que dejarla correr por los aliviaderos, en cuyo caso no vale nada, otras veces escasea tanto, que su valor está en función del costo del racionamiento de la electricidad. Si un racionamiento sólo implica privarse un par de horas del uso del aire acondicionado, su valor no es tan grande, pero, si tal racionamiento le corta la luz a un quirófano durante una operación de corazón abierto, su valor es infinito.
El costo alternativo de la electricidad. Si el agua se usa para producir electricidad, es lógico que mientras más costoso resulte producirla por otra vía, mayor valor tendrá el agua. Por el contrario, si en Venezuela donde abunda el gas, se decide practicamente regalar éste para producir electricidad y las turbinas a gas cada día son mas eficientes y consumen menos gas para generar, entonces obviamente menos habrá de valer el agua en el Guri.
Las posibilidades de transmisión. De nada nos sirve lograr generar la electricidad del Bajo Caroní, si no la podemos transmitir luego a los lugares donde se encuentra ubicada la demanda. Bajo esta perspectiva, el valor del agua también estaría en función directa de la capacidad y eficiencia del sistema de transmisión, es por ello que me ha sorprendido que en la nueva Ley del Servicio Eléctrico, el Estado se haya reservado la generación hidroeléctrica en las cuencas de los ríos Caroní, Paragua y Cuara, sin haberse reservado la transmisión a los principales sitios de consumo de la electricidad allí generada. 
Por todo lo antes expresado, no resulta fácil cuantificar el valor del agua y debemos valernos para ello de modelos e instrumentos matemáticos, como programación dinámica estocástica y programación lineal. Describir cómo funcionan tales herramientas no es el propósito de este artículo, basta saber que permiten evaluar si el agua debe ser usada para generar electricidad hoy o, si por el contraria es mejor dejarla almacenada en el Guri para un futuro, corriendo incluso el riesgo de desperdiciarla, por una sobre abundancia.
He visto algunos cálculos del valor agua en el Guri. Entre ellos, un modelo presentado por el Ing. Alberto de Lima de la empresa Idese C.A., donde los valores fluctuaban, según las circunstancias, entre US$ 1.000 y US$ 45.000 por cada millón de metros cúbicos de agua, lo que equivale aproximadamente, a un valor de entre 0.07 y 3.15 cts. de bolívares por cada litro de agua con un valor mediano, que podría ubicarse alrededor de los 0.15 cts. de Bolívar. 
Lo anterior no parece mucho pero al considerar que el Bajo Caroní, con su generación eléctrica, hoy le ahorra al país, alrededor de 350.000 barriles de petróleo diarios y que tal ahorro será mayor en la medida en que se desarrolle todo su potencial, observamos que a US$ 30 por barril, estaríamos hablando de montos cercanos a los 10 millones de dólares diarios.
Hablemos ahora de otros valores del agua. Según entiendo, un camionero en la Isla de Margarita adquiere de Hidro Oriente el agua en 6 cts. de Bs. por litro y los revende a 1.50 Bs. por litro colocados en la puerta de su casa. Un botellón de agua potable de 25 litros cuesta 50 Bs. por litro y si queremos aplacar la sed con una botellita de agua local, hay que estar dispuesto a pagar alrededor de Bs. 400 por litro.
El premio de la especulación se lo gana el agua importada, donde el precio al detal, de acuerdo al tamaño de la botella, oscila entre 1.400 y 3.500 Bs. por litro. Cómo alguien paga esta cantidad por el agua resulta tan dificil de explicar que, por ejemplo, las autoridades francesas se han visto en la necesidad de decretar públicamente a este tipo de agua, como de interés nacional, lo que por supuesto es impreso en la botella.
Por cierto, hablando de agua importada (o agüita, como dirían algunos de mis “finos” compatriotas) me recuerdo que la última vez que revisé una etiqueta observé que ésta proporcionaba información precisa e importante sobre su “Contenido Nutricional” en los siguientes términos: Calorías 0, Total grasa 0 g = 0% del Valor Diario (VD), Sodio = 0 mg = 0% del VD, Carbohidratos 0 g = 0% del VD y Proteínas = 0 g = 0% del VD. Es por ello que cuando al tomarme ayer una botellita de agua en Margarita y estupefacto leí que, en lugar de los ceros franceses; contenía un Ph de 7.4, calcio 24, magnesio 14, hierro 0.1, sulfatos 20, cloruros 15 y fluor 0.9, me pregunté si su mercadeo estaría basado en ofecer más producto por el dinero. 
Hace una semana, en una tienda al mayor, observé a un venezolano comprar agua francesa a Bs. 860 el litro, lo que equivale a US$ 1.25, lo que a su vez equivale al precio de un litro de gasolina en Francia. No sé cuánto le quedará al productor francés por su agua, pero a Venezuela, por nuestra gasolina, no nos toca más que US$ 0.25 por litro, es decir Bs. 170, ya que el Fisco francés se apropia en impuestos de casi US$ 90 cts por litro (Bs. 620), o sea el 360% de lo que recibimos nosotros por liquidar un recurso natural no renovable.
Hago la anterior reflexión para poner en evidencia el inmenso valor educativo, que para nuestra juventud podría tener el enviarla, así sea un solo día, a discutir sobre materias energéticas, a orillas de la inspiradora represa del Guri.
Si en este artículo no he mencionado el precio que pagamos por el agua que recibimos por las tuberías en nuestro hogar, ello ha sido a propósito. Averiguarlo es la primera tarea de una asignación que debe ser obligatoria para todo venezolano. Otra tarea, ya más avanzado el curso, sería la de calcular el valor del agua para nuestra agricultura.




agosto 15, 2000

La isla de Margarita que yo quiero

Siguiendo con una serie de artículos en donde confieso mis deseos para con la evolución de la economía de Venezuela, hoy le ha tocado el turno a mi querida Isla de Margarita.
Antes que nada, debo declarar que soy un fiel creyente de que el único modelo económico relevante para Venezuela es el que reconoce que el país seguirá recibiendo por muchas más décadas considerables ingresos petroleros, lo cual probablemente mantendrá la cotización del Bolívar fuerte, haciendo de nuestra Venezuela un país relativamente caro - y forzando a Margarita a ser lo que merece ser - una Isla con clase y categoría.
La Isla de Margarita que yo quiero, es una isla que tiene la suficiente confianza en sí misma como para iniciar la búsqueda de un turismo de la más alta categoría, dejando a otros que se encarguen del repele del turismo internacional, que busca precios tan bajos, que no alcanzan ni para ofrecerles una comida decente.
La Isla de Margarita que yo quiero, tiene suficiente poder de convocatoria para exigir que la misma sea servida adecuadamente por las principales líneas aéreas del mundo - hasta tal punto que incluso, de ser necesario, logre redireccionar todos los vuelos internacionales hacia Porlamar. Lo anterior se logra bien mediante incentivos (jet-fuel sin impuestos y al costo para toda aeronave que aterrice en Porlamar) o a la fuerza (línea que no vuele a Porlamar, tampoco va a Caracas).
La Isla de Margarita que yo quiero, conoce que el turismo no especializado no rinde frutos y busca ocupar segmentos del mercado, donde logre crear ventajas comparativas o, como en el caso de Playa El Yaque, donde la naturaleza misma ha señalado como target el segmento del windsurfing.
La Isla de Margarita que yo quiero, tiene suficiente inteligencia como para aprovechar activos tales como el Centro Médico Nueva Esparta (CMNE), que es un lugar ideal para desarrollar una experticia en el cuidado médico de la tercera edad, vía convenios con universidades y grandes empresas especializadas. Una vez alcanzada esta meta, la Isla se adecuaría perfectamente para construir la infraestructura necesaria, que permita acometer planes tan ambiciosos como el de ubicar, durante los seis meses invernales, a decenas de miles de jubilados de los países desarrollados. Esta propuesta no puede considerarse como utópica dentro de las nuevas realidades de geopolítica global.
La Isla de Margarita que yo quiero, le molesta saber que en un mes como Enero del 2000, 54 cruceros anclaron en la Isla de Saint Martin, permitiendo que alrededor de 95.000 pasajeros y de 39.000 tripulantes bajasen a visitar, conocer, comprar, comer, beber y, en general, ayudar a colocar en el mapa turístico mundial, a una isla menos merecedora que Margarita.
La Isla de Margarita que yo quiero, no permite que Venezuela se encuentre asociada a un Caricom, cuando en casi todos los países del Caribe, en sus respectivos mapas turísticos, no aparece ni siquiera mencionada nuestra bella isla.
La Isla de Margarita que yo quiero, no se da por satisfecha con un apoyo turístico oficial, que sólo busca capturar el turismo externo, enviando a los funcionarios de turno a las distintas ferias internacionales. 
La Isla de Margarita que yo quiero, acomete planes promocionales creativos, cónsonos con su clase, tales como, por ejemplo, estableciendo estudios de grabación audiovisual con calidad mundial, que atraigan estrellas de nivel mundial y con ellas, la indispensable cobertura de los medios.
La Isla de Margarita que yo quiero, tiene una dirigencia que no permite que ocurran hechos como la privatización de su sector eléctrico, donde el cheque por US$ 63 millones, que se obtuvo por su venta fue disfrutado (o mejor dicho, despilfarrado) por el gobierno central de Caracas, siendo la única contraprestación recibida por la isla, la de una estructura tarifaria alta, ya que al no contar tampoco con un cable submarino, no puede disfrutar de la económica hidro-electricidad del Guri, de la que en cambio sí va a gozar Brasil.
La Isla de Margarita que yo quiero, sabe que el futuro de sus hijos depende de un esfuerzo conjunto y por lo tanto establece un código turístico que contempla severos castigos a toda infracción que atente en contra de sus objetivos.
La Isla de Margarita que yo quiero, ofrece cursos gratis de idiomas extranjeros a todo residente que así lo desee.
La Isla de Margarita que yo quiero, aplica la actual Ley del Ambiente para obligar a la demolición, a costa del promotor, de toda obra y proyecto inconcluso que afea la Isla.
La Isla de Margarita que yo quiero, no permite que en la ruta hacia su aeropuerto, la marca de cigarrillos más favorecida por su población, promueva destinos distintos y foráneos, como Punta de Cana.
La Isla de Margarita que yo quiero, no permite la creación de nuevos impuestos. La sola excepción sería de conformarse una nueva variante del turismo aventura - el turismo de la evasión fiscal –que otorgaría certificados de evasión a los turistas europeos que se sienten fiscalmente agobiados, quienes además tendrían el aliciente de comprar gasolina a su precio real, sin los 400% de impuesto a que están acostumbrados.
La Isla de Margarita que yo quiero, sabe que debe ser la puerta de entrada a todas las demás ofertas de turismo en Venezuela.
La Isla de Margarita que yo quiero, es capaz de convencer a los venezolanos, de que su desarrollo como Nación, depende del éxito de Margarita.
La Isla de Margarita que yo quiero, es capaz de convencer a los margariteños, de que su desarrollo como pueblo, depende de su propio esfuerzo.
El Universal, Caracas, 15 de agosto de 2000


Benchmarking, el Parque del Este

Con cierta regularidad visito el Parque del Este o Parque del Oriente, como a veces me ha parecido debe llamarse, en vista de las actividades recreacionales orientales que predominan – taichí – taekwondo o como se llamen. 
Mis visitas siempre me llevan a reflexionar sobre lo cerca, pero también lo lejos, que el Parque del Este se encuentra de poder contarse entre los grandes parques citadinos del mundo. El 95% requerido ya lo tiene: espacios amplios, vista única del Avila, clima envidiable, bella y frondosa vegetación tropical, buena infraestructura básica; pero… ¡qué triste entonces que nos resulte tan difícil correr la última milla y completar el último 5% de los requisitos!
Por supuesto me refiero a los detalles, como por ejemplo la suciedad que, no obstante los pipotes y sin que sea mucha, lamentablemente está presente en todos sitios. Otros aspectos que merecen crítica son la acumulación de basura en las lagunas, la notoria diferencia entre el amable saludo a la entrada y el gruñido a la salida y, por último, lo incomprensible de que no obstante el poco tráfico, no se logre evitar crear las largas colas de vehículos que, sábados y domingos, adornan las entradas del parque.
Cuando digo que para tener un parque world-class hemos cumplido con el 95% y sólo nos falta el 5%, los porcentajes no necesariamente reflejan el verdadero esfuerzo requerido para alcanzar la meta. Como en tantas otras áreas, hemos hecho las inversiones físicas necesarias, las que objetivamente representarían el 95% del proyecto, pero que, dada nuestra relativa abundancia de recursos, en realidad sólo nos pesan el 5%, pero nunca logramos completar el esfuerzo humano restante, esfuerzo éste que si bien en otros lugares pudiese representar sólo el 5% del proyecto, sin embargo, en nuestro caso, cual bacalao al hombro, nos pesa un 95%.
¿Hay formas de lograr hacer del Parque del Este un parque world-class? Claro que las debe haber y a título de ejemplo, basta traer como ejemplo el caso del Metro de Caracas. Efectivamente, no obstante que las actuales dificultades económicas también afectan la calidad del servicio del Metro, sin duda el aire de comportamiento civil que se respira ahí, supera con creces lo que observamos en otros sitios de nuestro país. La única respuesta racional que explica lo del Metro, es que, de una manera u otra, ha logrado generar en la colectividad un genuino sentido de orgullo.
ORGULLO - ¡qué insumo tan productivo, tan abundante, pero al mismo tiempo tan escaso! Para el caso de nuestro análisis, creo que resulta evidente, que el ciudadano sabe de verdad que el Metro de Caracas es bueno – y está orgulloso de él, pero no conoce lo bueno que puede ser el Parque del Este.
Por lo anterior creo que sería muy productivo para INPARQUES, instituto que debe ser felicitado por sus actuales esfuerzos, considerar una sencilla campaña publicitaria, basada en establecer puntos de comparación – benchmarking –que consistiría simplemente de ubicar en varios puntos del Parque del Este, ilustraciones de otros parques del mundo, entre ellos los famosos tales como el Hyde Park de Londres y el Central Park de Nueva York.
El sólo hecho de dejar establecido, que la escala con la cual hemos de ser comparados cubre el rango de los mejores, ya de por sí sería suficiente para inducir un positivo cambio de actitud, tanto en visitantes como en trabajadores del parque, quizás hasta para cerrar la brecha del 5% faltante.
Si a lo anterior se le añade algo del ingrediente, que hoy se conoce como de cero tolerancia y que en sí significa el no permitir ninguna desviación en la conducta civil del visitante, por pequeña que ésta sea, creo que en poco tiempo, tendríamos la posibilidad de añadir al Parque del Este a nuestro hoy muy exiguo arsenal de elementos creadores de confianza y autoestima.
Y…¡cuánto necesita el país de mayor confianza y autoestima! El discurso de hoy – escupiendo hacia arriba en toda ocasión – sólo puede servir para estimular la huída del país o para sumergirnos en el más absoluto estado de un anarquismo depresivo.
Acepto que estas breves líneas, sin que fuese mi propósito, han adquirido un cierto tono moralista, pero ya que me encuentro en una posición de predicador, por la cual seguramente algunos amigos me habrán de criticar, me permito correr mi última milla y aprovechar la ocasión para dejar muy claro que mi interpretación de la cero tolerancia, incluye una seria reducción de la contaminación ambiental auditiva. Me refiero a las palabrotas y vulgaridades que se me asimilan a mocos, muy especialmente cuando brotan de los labios de bella mujeres de las clases A y B.
Acabo de leer el libro de Carlos Zubillaga Oropeza titulado “La marginalidad sin tabúes ni complejos”, que plantea con un sincero mea culpa, la existencia de una clase dominante en el país que, para todos los fines prácticos, se ha desentendido de la existencia de una clase marginal y hoy, ante una nueva realidad, despierta sorprendida. Zubillaga plantea la urgencia de que el país se integre como un todo, colocando, por supuesto, la responsabilidad de que esto ocurra sobre los hombros del país dominante. Reflexiono sobre lo útil que, para un reencuentro nacional, podría ser un proyecto de llevar al Parque del Este, a sencillamente ser el mejor parque del mundo.
Finalmente, jugando con la palabra “benchmarking” su significado literal, que es el de marcar bancos, creo necesario levantar una voz de alerta. En Venezuela, con frecuencia caemos en la trampa de enmarcar buenas acciones sociales con un triste afán publicitario por mejorar la imagen, tanto de empresas, como de personas. Ejemplo muy reciente de ello fue el acto en Chacao, donde con muy buen sentido se reconoció el esfuerzo académico a una gran cantidad de niñitos y niñitas, sin embargo, cuál no sería la sorpresa, o quizás la desilución cuando, sin ningun tipo de justificación, aparece en el reverso de la medalla, el nombre de una concejal. Sinceramente ruego que cualquier esfuerzo que se haga en el Parque del Este – no sea para publicitar marcas, empresas o políticos, marcando bancos.



agosto 07, 2000

La banca local y las normativas globales

Muchos tienen aún presente la última crisis del sector bancario en Venezuela, memoria ésta refrescada gracias al reciente incidente de Cavendes. De allí que la opinión publica exija a la banca, antes que nada, una mayor seguridad en sus colocaciones. Adicionalmente, aparte de que se le preste un servicio eficiente en el manejo operativo de sus fondos y a que eventualmente se le conceda algún crédito al consumo, pocas son las demás expectativas que tiene un cliente normal respecto de su banco.
Es por ello que con frecuencia se olvida en el debate bancario que las dos funciones fundamentales de la banca son la de ser un agente activo en el proceso de generación del crecimiento económico y la de colaborar en la función de democratizar el capital, es decir, de permitir el acceso al capital a aquellas personas o regiones que, aún carentes de recursos, tienen iniciativas y voluntad de trabajo. En Venezuela, hasta hace poco, la aprobación de una licencia bancaria dependía, al menos en teoría, de cómo se pensaba cumplir con tales funciones sociales, sin que la solvencia para devolver el dinero en un futuro pareciera tener mayor relevancia. ¡Cuánto dista esto de ser cierto hoy! 
En términos de dólares constantes de 1982, la cartera total de préstamos de la banca en Venezuela para Diciembre de ese año se situaba alrededor de 16.000 millones de dólares. En Febrero del 2000 se ubica en apenas unos 5.300 millones de dólares – incluyendo los créditos al consumidor. Estas cifras evidencian una verdadera crisis de crecimiento y si bien el reciente proceso de fusiones bancarias en Venezuela puede lograr generar, a nivel de la captación de depósitos, ciertos ahorros operativos, sin embargo, no queda muy claro cómo ha de contribuir a reactivar la economía.
Al meditar sobre lo anterior, considero que también es necesario cuestionar la importación, desde Basilea, de normativas bancarias, más apropiadas para países ya desarrollados, que para países en vías de desarrollo como el nuestro. Muchos de los problemas surgen por el sólo hecho de que como tales disposiciones fueron desarrolladas para ambientes de cierta estabilidad macroeconómica, al transplantarse en países con inflación o volatilidad cambiaria, muchas veces se hacen inoperantes e incluso hasta contraproducentes.
En 1975 John Kenneth Galbraith, en su libro “Dinero, su Origen y Destino”, adelantó la tesis de que una de las razones fundamentales, para que en el siglo pasado se lograra el desarrollo económico del oeste y del sudoeste de los Estados Unidos, era la existencia de una banca agresiva y poco regulada, que con frecuencia quebraba causándole grandes pérdidas a depositantes individuales, pero que, a causa de una ágil y flexible política crediticia, dejaba una estela de desarrollo.
Hoy, al contemplar la recesión que reina en nuestro país y sin hacer en forma alguna una apología de los delitos, que pudieran haber estado presentes, surge la tentación de preguntarse si el país se equivocó al provocar que sus banqueros fugitivos buscasen refugio en otros países, donde gastan su dinero y sus esfuerzos. ¿No hubiera sido preferible haberlos obligado a desarrollar, por ejemplo, el eje Orinoco Apure? 
También es oportuno cuestionar el hecho de que en un país que necesita generar empleos y por lo tanto, préstamos con fines productivos, sin embargo sus normativas estén más orientadas a facilitar el otorgamiento de créditos al consumo. En cuanto a la democratización del capital, el mismo Galbraith indica con sagacidad, que obviamente a menor grado de regulaciones que afecten la actividad bancaria, mayor será la posibilidad de democratizar el capital.
Lo más triste de todo el capítulo de las normativas bancarias es que en verdad los riesgos no sólo persisten sino que a veces, cuando hay fusiones, pueden multiplicarse, por aquello de que “a más grandes, más duro caen”.
Y ya que hablamos de fusiones, no resisto la tentación de hacer un comentario desde una perspectiva global. Una banca local tiene un serio compromiso con su zona de influencia, ya que sencillamente no tiene para dónde coger. Al especular de que el proceso de globalización de la banca criolla se inicio cuando el Banco de los Llanos, de Valle la Pascua, se convirtió en el Banco Principal, de Caracas - observamos que ello no nos sirvió para mucho. ¿Será acaso mejor el proceso que lleva a gerenciar nuestra banca desde Madrid?
El Universal 7 de agosto de 2000
Mucho mas sobre la banca y "La bombAAAtómica de Basilea"

agosto 03, 2000

La OPEP y la Venezuela de hoy: Kohlenweiss 1979

La OPEP y la Venezuela de hoy
Kohlenweiss 1979
Han transcurrido 20 años y, por lo tanto, ha expirado el plazo durante el cual se debían mantener como secretas las minutas de las reuniones interministeriales de la Comunidad Europea. Al fin podemos leer sobre lo acordado en el pequeño pueblo alemán de Kohlenweiss, durante un lluvioso fin de semana del otoño de 1979, cuando todos los ministros de energía europeos se reunieron en cónclave para trazar una estrategia sobre “¿Cómo defenderse ante las vulgares aspiraciones rentistas de los países petroleros de la OPEP?”. 
El solo debate registrado en las minutas nos resulta horrible al reflejar los prejuicios, de toda índole, que existen con respecto a los países petroleros. No obstante, hoy, por falta de espacio, me limitaré a resumir el Plan aprobado, que fue originalmente presentado por el ministro alemán Grüngelde. Tal Plan se fundamenta en cinco acciones consideradas como claves. 
La primera medida, por cierto la más inocua, era la de estrechar aún más los vínculos entre los gobiernos europeos y aquellas organizaciones de protección ambiental, lo suficientemente flexibles como para ser utilizadas para ejercer presión a favor de una disminución del consumo petrolero, sin que esto al mismo tiempo afectase al carbón, fuente energética aún más contaminante, pero que Europa posee. 
En segundo lugar, se establecía un programa de contínuos aumentos en todos los impuestos al petróleo y sus derivados, muy especialmente los de gasolina, con el fin de asegurar no sólo la disminución de la demanda, sino el que, día a día, los productores petroleros recibiesen una proporción cada vez menor del verdadero valor del petróleo en el mercado final, es decir, del precio pagado por el consumidor. Los países se comprometieron igualmente a no permitir que el precio de la gasolina bajase a nivel de consumidor, por lo que cada baja en el precio del crudo, debería causar un aumento inmediato de los impuestos. 
El tercer campo de acción estaba dirigido a debilitar la cohesión interna de la OPEP y, en tal sentido, usando tácticas de la guerra fría (el muro de Berlín no había caído aún), uno de los instrumentos recomendados era el de la desinformación – principalmente dirigida a sembrar dudas y desconfianza dentro del seno mismo de la OPEP sobre aspectos tales como el cumplimiento de las cuotas fijadas por dicha organización. 
Como cuarto elemento del Plan se estableció, que era de "interés prioritario para la Comunidad, incentivar y apoyar toda gestión tendiente a la privatización de la industria petrolera en los países de la OPEP". La razón de lo anterior se entiende cuando, entre los argumentos, se incluye que "sólo mientras la industria petrolera pertenezca a los Estados, éstos tendrán la posibilidad de esgrimir armas de negociación geopolítica". De hecho, el informe establece que, “de lograr la meta (la privatización), la competencia entre los participantes garantizaría mayores volúmenes de producción y menores precios, dado que todos ellos tienen en común el interés de aumentar las ganancias y los flujos de caja a corto plazo ". 
Quinto …. ¿para qué seguir?. Reconozco que todo lo anterior es pura ficción. Hasta donde yo sepa, no existe, excepto en mi imaginación, ni una Kohlenweiss, ni un Grüngelde. No tengo conocimiento de ninguna reunión como la descrita y, definitivamente, no creo que la Comunidad Europea fije un término de apenas 20 años para poner a la luz pública documentos de esta índole. No obstante, ya que la realidad supera a la ficción, espero que el lector me perdone mi atrevimiento. Veamos: 
Desde 1980 todos los impuestos al petróleo y sus derivados han sido aumentados. Por ejemplo, en Inglaterra se pasó de un 85% ad-valorem en 1980 a un confiscatorio 456% para 1998. Obviamente, que durante ese mismo período, el índice de precios de los productos petroleros, a nivel del consumidor, aumentaron en Inglaterra, en términos constantes, de 100% a un 247% mientras que, como si fuese planificado, el índice para el precio del crudo bajó del 100% a un mísero 18%. 
Un barril de petróleo contiene alrededor de 160 litros de productos petroleros repartidos en 84 de gasolina, 12 de jet fuel, 36 de gas oil, 16 de lubricantes y 12 de residuales pesados. Hoy, cuando la gasolina en Europa se vende en un mínimo de US$ 1.20 el litro, observamos que sólo este componente representa más de US$ 100; de allí que, al añadirle los demás derivados, obtendríamos como valor de mercado, es decir, como el precio que el consumidor está dispuesto a pagar, más de US$ 150 por barril. Si partimos del hecho de que los costos de refinación, transporte y distribución no son altos, digamos unos US$ 20 por barril, se deduce que el Fisco europeo se queda como mínimo con US$ 100 por barril, mientras que el productor, quien es el que está vendiendo un activo y sacrificando por lo tanto un recurso no renovable, debe conformarse con US$ 30 - que apenas representan un 20% de su valor europeo. 
En cuanto a la cooperación alcanzada con los movimientos ambientalistas, sin duda que la misma ha sido todo un éxito, al lograr que al petróleo se le haya castigado con todos los impuestos posibles, disminuyendo así su consumo, mientras que al carbón no se le ha tocado ni con el pétalo de una rosa, llegándose hasta el absurdo de que, incluso en ciertos países, el carbón sea subsidiado. La consecuencia de tal disparidad de tratamiento se evidencia en las cifras obtenidas de la Agencia Internacional de Energía, que indican que en 1973 el petróleo abarcaba el 44.9% del consumo mundial de combustibles, mientras que, para 1996 su participación cayó al 35.3%. En cuanto al carbón, en 1973 su consumo representaba el 24,8%, manteniendo para 1996 exactamente ese mismo porcentaje de mercado. 
No obstante que las cifras antes indicadas evidenciaban a claras luces que sólo a través de instrumentos geopoliticos, como la OPEP, se podría revertir o, por lo menos, amortiguar la injusticia existente, en Venezuela, hasta principios de 1999, no sólo se predicaba la privatización, sino que además se ejecutó parcialmente la misma, vía la Apertura. 
Otra concha de mango fue la de incitarnos a creer que la solución estaba en los incrementos del volumen de producción, no obstante que el petróleo se cotizaba en sólo US$ 8 por barril, 5 céntimos de dólar por cada litro petrolero (menor que agua envasada), precio que casi no cubría los costos. Las presiones para aumentar la producción fueron tan intensas, que todavía subsisten hoy, cuando vemos a importantes representantes de la Academia exponer la extraña tesis según la cual, si Venezuela produce 3 millones de barriles de petróleo diarios y los vende a US$ 30, nos encontraríamos en las garras de un amoral modelo rentístico mientras que, por el contrario, si producimos 7 millones de barriles y los vendemos a sólo US$7, estaríamos reflejando un inmenso y loable esfuerzo productivo. 
Finalmente, con respecto a la OPEP sólo podemos decir que, casi declarada muerta, se salvó en la raya, por ahora… 
Con todos estos antecedentes, ¿quién duda de que, de hecho, existe material suficiente para inspirar un guión novelesco, como el que asomé? Si alguien, por curiosidad, desea saber cuál fue el quinto pilar imaginario ideado en Kohlenweiss y, con la esperanza de que, como dicen mis hijas, cuando uno tiene una pesadilla, tiene que contarla para que no se haga realidad…, les confieso que últimamente me despierto, sudoroso de nervios cada mañana, con la pesadilla de que la Comunidad Europea ha tramado sembrar un extremista del ambiente en la presidencia de los Estados Unidos de América…
Publicado en El Universal el 3 de Agosto, 2000



agosto 01, 2000

Otro muro de contención contra el petróleo

Como consecuencia de las recientemente promulgadas leyes de electricidad y de gas, el país se encuentra sumergido en un proceso de reorientar su política energética. ¡A buena hora! El observar que próximamente se dará inicio a la exportación de hidro-electricidad a Brasil, mientras que en la Isla de Margarita se quema fuel-oil para generar electricidad, es suficiente evidencia de que nuestro actual modelo debe ser urgentemente revisado.
Durante el referido proceso, los que con mucha honra hemos sido llamados a participar en él, tenemos la oportunidad de estudiar de cerca las recientes transformaciones que, especialmente en el sector eléctrico, han ocurrido en muchas partes del mundo. Dentro de las reformas, uno de los principios que se aplica en la mayoría de los países es el de introducir una cierta competencia en el área de la generación eléctrica. Como se sabe, la libre competencia forma parte de aquellas políticas económicas, que predican la eficiencia del mercado en la asignación de los recursos y, en tal sentido, va mano a mano con las políticas de apertura de mercados. 
Muchos de ustedes conocen de los esfuerzos, que durante años he hecho, a través de la ONG Petropolitan, para informar y protestar sobre los impuestos, que los países desarrollados aplican a los derivados del petróleo, que afectan la demanda por el petróleo y, por ende, disminuyen las ventajas comparativas de un país como el nuestro. Siempre me ha parecido injusto que Venezuela abra su economía, sin ser correspondida con un tratamiento equitativo.
Pues bien, el viernes con mi curiosidad picada por unos comentarios que le oí a consultores del sector eléctrico, busqué en la página web de la Comisión Nacional del Sistema Eléctrico de España (CNE) y en su informe sobre el funcionamiento del mercado eléctrico en el año 1998, encontré evidencias de que la discriminación a la cual estamos sujetos en materia petrolera se extiende mucho más allá que a los solos impuestos.
En su informe la CNE, refiriéndose al orden de entrada de los distintos generadores al mercado, dice con cierto orgullo que “la Directiva establece que el orden de funcionamiento se basa en un orden de precedencia económica, establecido con criterios transparentes y no discriminatorios.” No obstante, resulta que la declaración anterior es sólo otro ejercicio de hipocresía, por cuanto más tarde se lee que “al margen del principio de competencia, podrá darse preferencia a instalaciones basadas en….. fuentes primarias autóctonas” - léase carbón.
El informe de la CNE española constituye, sin lugar a dudas, una bofetada para un país petrolero como Venezuela, que le ha abierto todos sus mercados a España. A continuación, me permito transcribir parte de dicho informe.
“Las primas al carbón autóctono tienen una influencia importante ….. puesto que alteran el orden económico de despacho, convirtiendo el carbón autóctono en un combustible más barato que las otras alternativas.” - “en los primeros meses de 1998 la generación térmica convencional en funcionamiento es de carbón quedando los grupos de fuel – gas en una posición meramente testimonial”
El informe de la CNE nos indica que en España durante 1998 la producción total de electricidad fue de 150.701 GWh. De ésta, el 21.4% era hidráulica, el 37.2% provenía de fuentes nucleares, el carbón significaba la fuente más importante con un 37.9%, mientras que, finalmente, el fuel-oil y el gas representaban, en conjunto, sólo un 3.5% de la generación total.
Por supuesto que el carbón en condiciones normales no puede competir con los hidrocarburos, por lo que el no usar estos últimos tiene un costo. En tal sentido, observamos que en 1998, de acuerdo al CNE, se pagaron 55.021 millones de pesetas en incentivos al carbón autóctono, cifra nada despreciable al notar que las compras totales de energía primaria sumaron 885.214 millones de pesetas.
De los 55.201 millones de pesetas pagados en incentivos o subsidios por el consumo de carbón español se observa, que los principales receptores son el Grupo Endesa con 26.369 millones y Unión Fenosa con 13.645 millones de pesetas. Cabe recordar que ambas empresas son conocidas dentro de Latinoamérica, donde participan activamente en los procesos de privatización, siempre predicando, por supuesto, el evangelio de la libre competencia. 
Los subsidio al carbón constituyen una flagrante violación de todos los principios vigentes en cuanto a la no discriminación, que supuestamente debe regir las normas del comercio internacional. Ya quisiera yo verle la cara a los grupos bancarios españoles si de pronto, la Superintendencia de Bancos en Venezuela dictase una regulación similar, como pudiese ser la de que todos los fondos de los venezolanos que sean depositados en bancos cuyos accionistas son 100% de venezolanos, reciban del Estado una prima de intereses - para incentivar el capital autóctono.
España no es de manera alguna la única hipócrita en materia energética. En la Directiva de la Unión Europea sobre normas comunes del mercado interior de la electricidad, dictadas en Diciembre de 1996, se indica la voluntad por constituir un mercado interior de energía eléctrica de acuerdo a los principios de la libre competencia. Me pregunto ¿cuán flexibles deben ser tales principios cuando, según la CNE de España, los discriminatorios incentivos al carbón se ajustan sin problema a tales normas?
¿Cuántas evidencias más sobre la discriminación, a que estamos expuestos como país petrolero, necesitamos antes de lograr comprender la necesidad de defender activamente nuestro petróleo? ¡Vuelvan caras!