diciembre 21, 2000

La educación que yo quiero

SOMOS todos de Venezuela, por lo cual el valor de la educación de nuestros hijos depende en un altísimo grado de la educación de sus compatriotas.
El sistema de educación que yo quiero (SE qyq) rechaza tanto a quienes buscan mejorar la educación, interviniendo a la privada e igualando hacia abajo, como a quienes buscan refugiarse en la privada, para aislarse de la pública.
El SE qyq es uno en donde un padre tiene plena libertad de enviar a sus hijos a estudiar a un buen colegio privado, pero desiste de ello, por cuanto prefiere las alternativas públicas que se le ofrecen.
El SE qyq reconoce el sagrado deber que tiene el Estado de asegurarle a sus hijos la oportunidad de recibir una educación básica de calidad, que garantice los cimientos de la sociedad y al mismo tiempo asegure que los más calificados lleguen a ser las estrellas que impulsen al país hacia un futuro mejor. Al ser la educación un deber del Estado, considero que la misma debe ser totalmente gratuita.
El SE qyq reconoce el sagrado derecho de un padre de buscar libremente, en lo privado o en lo público, con los recursos a su alcance, la mejor educación para sus hijos, independientemente de su calificación.
El SE qyq sabe arbitrar con sabiduría entre el deber del Estado y los derechos del padre, buscando alcanzar siempre un ideal donde éstos coincidan y reconoce que su posibilidad de éxito se centra casi exclusivamente en mejorar la educación pública.
El SE qyq reconoce que la educación constituye la verdadera frontera del país, que en ella se libra una guerra de nunca acabar y honra a quienes lo merecen y castiga por traidores a la patria, a quienes por desidia, incapacidad o cualquier otra razón, busquen hacernos capitular.
El SE qyq se enfrenta con inteligencia al reto de buscar la mejor formación intelectual de nuestros hijos entendiendo que, entre la opción de que sea el niño venezolano el que sepa hablar inglés o el niño extranjero el que sepa hablar español, no puede permitir que unos complejos estúpidos afecten la posibilidad de privilegiar con el conocimiento bilingüe a los nuestros.
El SE qyq tampoco permite que debido a unos complejos de insuficiencia global, tan estúpidos como los anteriores, busquemos educar a nuestros hijos con cursos propedéuticos para el exilio, con la visión exclusiva de hacer de ellos profesionales multinacionales, antes que ciudadanos venezolanos.
El SE qyq acepta que los corazones de nuestros hijos son lo suficientemente grandes como para necesitar y saber manejar todo tipo de mensajes positivos y ni se le ocurre pensar que el país pueda beneficiarse por restringirles el acceso a una educación cristiana, que resalte la solidaridad, la moral y la familia, mucho menos en un mundo abrumado por tantos mensajes tan poco cristianos.
El SE qyq se fundamenta en la verdad, por lo que debemos declarar como vergonzoso, tanto las prácticas de reservar cupos en la UCV a los hijos de profesores, como el hecho de que nuestra sociedad, poco civil, le asigne mayor valor a un presidente de banco, un gerente multinacional o a un politiquero de oficio, que a un ministro de Educación, a un profesor o a un buen maestro.
El SE qyq es uno donde los padres, los maestros y la Venezuela de hoy buscan afanosamente ser superados por los hijos, los discípulos y la Venezuela del mañana.

diciembre 07, 2000

Venezuela masoquista

Otra vez, por idiota, acudí a uno de esos foros masoquistas, donde los venezolanos se reúnen para que, en su cara, expertos internacionales les cuenten lo bueno que ellos son y lo malos que somos nosotros. Esta vez fue con ocasión de la presentación del Índice de la Libertad Económica 2001, publicado por The Heritage Foundation y lujosamente editado en español.
Para comenzar, en la contracubierta del libro se establecía con orgullo que “el internacionalmente aclamado Índice de la Libertad Económica constituye una herramienta indispensable para todos aquellos que realizan inversiones o negocios en el extranjero”, para luego, con refinada crueldad, proceder a detallar las razones por las cuales consideran que Venezuela debe compartir, con China, Indonesia, Georgia, Malawi y Papúa Nueva Guinea, el puesto número 114.
Como es normal, los expertos internacionales sermonearon sobre la necesidad para Venezuela de abandonar el petróleo, como siempre sin explicar el por qué de tanta lloradera mundial, cada vez que recortamos su producción. Por lo visto, en su léxico, abandonar el petróleo, sólo significar renunciar a obtener un buen precio por ese activo no renovable y regalarle al mundo 6 millones de barriles, a un precio menor que 9 dólares – la madre de todos los masoquismos.
Con respecto al proteccionismo, se ignoró lo extraño que resulta que Venezuela esté inundada de importaciones y aún así reciba un puntaje de 4 en una escala donde el 5 es lo peor. Tampoco se comparó nuestra tasa arancelaria promedio del 11.8%, con los 400% o más que aplican Europa y otros países en impuestos discriminatorios a nuestro principal producto de exportación, el petróleo.
En cuanto a los obstáculos a las inversiones extranjeras, se mencionan los límites que existen para radio, televisión y prensa, sin decir una sola palabra sobre áreas como banca, telecomunicación y electricidad, donde el inversionista nacional, casi ha desaparecido. El resultado fue que Venezuela obtuvo el mismo puntaje que Francia en este renglón, no obstante que ese país es mucho más adverso al capital extranjero.
Toda la legislación relativa a la propiedad intelectual, marcas y patentes fue desarrollada por quienes son dueños del 99.9 % de las propiedades intelectuales, marcas y patentes que existen en el mundo. En ocasiones he alertado que por ser un país en vías de desarrollo, debemos tener cuidado al suscribir convenios en esta materia, para que éstos no sólo signifiquen obligarnos a comprar los cachivaches al precio que sea, en la tienda del super patrón global. Cuando entonces Venezuela, en materia de mercado negro y propiedad intelectual, se destaca por su mal comportamiento y saca 5 de 5, reconozco haber estado tentado a preguntar, si tal puntuación, en lugar de poca libertad, pudiera significar mucha libertad económica. Me faltó coraje.
Por supuesto que nadie se puede oponer a la mayoría de las recomendaciones expresadas por los constructores del referido índice. No obstante, jamás debe pensarse que con sólo seguir un recetario, sobre el cómo otros deseen que nos compartamos, podamos aspirar lograr algo bueno, como nación independiente.
Amigos, antes de aplicar proverbios tales como “más vale un pájaro en mano, que cien volando”, debemos estar seguros de no ser pájaros.
El Universal, Caracas, 7 de diciembre 2000